miércoles, abril 28, 2010

Del archivo: High School Musical 3 (2008)

Quiero vomitar

EL TEATRO ESCOLAR FILMADO

Era cuestión de tiempo para que el equipo creativo detrás de la saga High School Musical (EUA, 2006-2008) se tragara el cuento de que sí, son un fenómeno mundial y qué chingones son por ello. El resultado es esta grandilocuente plasta conceptual de, ahora sí, un metamusical trabajado en el taller de teatro de la preparatoria East High que tratará de dar cuenta y comentar la trama principal, La Graduación del título, siempre en el más pavoroso y de inmediato desechable anti-cine.

Si algo tenían las cintas anteriores de la serie, filmes exclusivamente hechos para el canal de cable de la poderosa Disney, es que los números musicales mostraban coreografías energéticas, explosivas, profundamente imaginativas. No sólo eso sino que estaban estupendamente montados y tijereados, siempre tomando en cuenta la cámara, en asombrosos planos secuencia antivideocliperos, precisos casi hasta la obsesión.

Es una mentada de madre que nada de eso quede aquí, en esta tercera entrega. Nada más un regusto por tijerear a lo bestia, sin ritmo ni cadencia, venga o no a cuento, sirva o no a las pésimas canciones por completo olvidables que fueron escritas en esta ocasión, en que cada número musical se vuelve una tortura, especialmente esos solos que nada dicen pero alargan y alargan y alargan y alargan la película hasta llegar a eternos insoportables soporíferos 113 minutos.

Con la película desprovista de esa espectacularidad de los números musicales con la creencia de que mientras más grande tenga el set y más luces pongan ya la hicieron, sólo queda una trama por completo cretina en la que todos buscan su destino en la vida y quedan marcados de por vida por la elección que harán de su universidad. Troy Bolton (Zac Effron en su eterna pose de californiana operada, según Guillermo Eduardo) todavía se debate en el Arte y el Deporte y los demás cantan canciones sobre sus sueños (zzzz). Eso sí, al abandonar lo cinemático espectacular del musical también queda un discurso ideológico perverso, tremendamente aleccionador casi propagandístico, sobre la importancia a como dé lugar del éxito y sobre el tener cero tolerancia para el fracaso, como bien han advertido los atentos espectadores europeos, en donde no cabe espacio para el diferente o para el "looser", para alguien que no tiene lugar en el organigrama social de las tribus preparatorianas que son símbolo de éxito y estatus, para los parias que germinarán en ángeles exterminadores de las Columbines y Virgina Techs del futuro, pues.

La ridículez resulta en verdad alarmante en el número musical final, rozando niveles de otro bodrio coreografiado por Kenny Ortega, la infame Xanadú, con los chicos y chicas ataviados en togas y birretes, no dándose cuenta de lo imbéciles que se ven manoteando con ese atuendo esas coreografías de pena ajena.

El último plano de High School Musical 3: La graduación devela qué tan complaciente es este subproducto: ese último plano es una reproducción exacta del póster de la primera película.

La cagaron y gacho.

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High School Musical 3: Senior Year

martes, abril 27, 2010

¡Quiero ver esta madre!


¿Para cuándo veremos All About Evil, la primera película de terror dirigida por un drag-queen? La película tiene su estreno mundial en San Francisco, el sábado 1 de mayo, como parte de su Festival de cine.

El sitio oficial acá.

La página de la IMDb, con una muy buena galería de fotos acá.

lunes, abril 26, 2010

Alicia en el País de las Maravillas (2010)

pinches mamadas

Al cine mexicano de hace ya un par de décadas se le critica sin piedad el que tenga como cimiento estético el brutalismo: la exaltación de la fealdad como única posibilidad de desplegar la creación artística. No se puede tener un doble estándar: se tiene que ser igual de despiadado con una producto hollywoodense de la calaña del infumable churro de Tim Burton, Alicia en el País de las Maravillas, sin duda una de las películas más horrendas jamás filmadas.

Atendiendo a esa modita de saturar todo con efectos CGI sorprendentes, pero por pinches, el filme puede hacer alarde de una digitalizada dirección de arte feísima y falsa, que jamás envuelve al espectador ni lo transporta a esa suerte de Tierra de Oz / Narnia bastarda que es la Underland. Al igual que otro bodrio, el Avatar de Cameron, se cree que el llenar la pantalla con un sinnúmero de efectos lucidores pero horribles y nada discretos basta para crear una película ya no se diga coherente, sino por lo menos entretenida.

Pero el pecado mayúsculo de esta cosa es, comos se ha mencionado en otros sitios, el volver ilógico lo lógico y destrozar la narrativa caótica e incoherente de los libros de Lewis Caroll sobre Alicia. Mamonamente, cada cosa que ocurre en la Underland debe tener una correspondencia con una sociedad victoriana llena de estereotipos sobadísimos. Así, todo el filme será una aventura de doble crecimiento: Alicia aprenderá a vencer a los monstruos de la Underland y a ser una mujer independiente en la apretada y convencional sociedad victoriana. Qué hueva.

El Premio Pena Ajena 2010: es para Johnny Depp por su horrenda actuación, particularmente por el ridículo baile que celebra la victoria de Alicia.

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Alice in Wonderland 6

lunes, abril 12, 2010

viernes, abril 09, 2010

Del archivo: Cloverfield (2008)

El cine de monstruos hipermoderno

En Cloverfield (ídem, EUA, 2008), desolado, tensísimo y finalmente brillante ejercicio de estilo del neoyorkino Matt Reeves (capítulos de la TVserie Felicity), los amigos del jovencísimo vicepresidente de cierta compañía transnacional en vías de ser transferido a Tokio Rob Hawkins (Michael Stahl-David), serán testigos en directo de un mortífero y brutal ataque a Manhattan por una misteriosa criatura gigante: tanto Marlena Diamond (Lizzy Caplan) como Lily Ford (Jessica Lucas), el metiche documentalista improvisado que dispara la ficción fílmica con su cámara en mano Hud Platt (T.J. Miller) y el hermano de Rob, Jason (Mike Vogel), realizarán una intestina travesía límite para sobrevivir, atrapados entre el monstruo y el ejército.

El cine de monstruos hipermoderno es un impactante objeto teórico que retorna con suma inteligencia fílmica a la irritante/seductora estética del cine con cámara-protagonista que inició Cassavettes, defendió Rohmer y sistematizó el movimiento danés Dogma, y que tuvo su filme-límite hasta las últimas consecuencias en el siglo pasado con El proyecto de la bruja de Blair (Mirrick-Sánchez, 99).

El cine de monstruos hipermoderno despliega su exceso de complejidad porque "el espacio se convierte en un recipiente aislado e inerte donde el fuera de campo queda asfixiado porque siempre está pasando algo en campo" (Marie Anne Guerin el El relato cinematográfico) y además porque "la cámara, al acecho, fisgonea, flotando en el espacio como un aliento, para emprender su reanimación al hilo de las sucesivas panóramicas" (también Guerin); sólo que ahora literalmente la cámara de cine ES el aliento.

El cine de monstruos hipermoderno difumina su exceso de individualidad armando una ficción puramente subjetiva en el lindero de lo permisible (la cámara se lleva sendos madrazos y sigue y sigue y sigue y sigue grabando), donde "el argumento se basa en esa circulación incesante de la cámara que trata de organizar, mezclando flujos visuales y sonoros, un vínculo tangible y material entre la historia contada y la realidad" (otra vez Guerin), hasta plasmar puras abstracciones de las formas geométricas a la hora de la destrucción y la muerte.

El cine de monstruos hipermoderno consuma su exceso de lo mediático mediante advertencias de "Este archivo visual es propiedad del Gobierno de los Estados Unidos" así como el "Prohibido reproducir copias", una TV en colores primarios que simula el inicio/fin de la transmisión, la cámara digital omnipresente, la fecha y hora en la esquina inferior izquierda de la pantalla, los teléfonos celulares milagrosamente activos, y las pantallas de plasma al momento de la rapiña.

Y el cine de monstruos hipermoderno visualiza una excitante fantasía apocalíptica que deglute todos los miedos, paranoia, e impotencia de la devastación post 9/11 (como ya lo habían hecho Plan de vuelo, Vuelo nocturno y Serpientes a bordo; todas a bordo de un aeroplano) pero ahora a nivel masivo, para entregarse en el último minuto a un grostesco/fascinante circo sentimentalista a lo Titanic (Cameron, 97), con el Jack y la Rose que nos merecemos gritando a todo pulmón "¡Te amo!" justo antes de morir.


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Cloverfield 7

miércoles, abril 07, 2010

Del archivo: Slumdog Millionaire (2008)

EL NEOMISERABILISMO EXOTISTA

Quentin Tarantino, David Fincher y Danny Boyle fueron algo así como la Santísima Trinidad de la Posmodernidad noventera, trabajada a la antigüita. Curiosamente la bolsa de trucos que los hizo famosos rápidamente se volvió rancia, al volverse tan influyentes para un séquito de seguidores o imitadores, y para la cultura pop en general. Tarantino, quizás el más ecléctico de ellos, ha sabido renovarse en cada cinta que le ha seguido a su Pulp Fiction, principalmente por hacerle caso a su conciencia cinéfila en las mimetizaciones de sus obsesiones personales. El insufrible Fincher, temeroso para siempre de que se le tachase como un “director de videoclips”, ha elegido la sobriedad y la contención ajena a la posmodernidad que lo catapultara al estrellato sacrobovino, aunque con resultados francamente de hueva (Zodiaco y El curioso caso de Benjamin Button parecen penitencias más que otra cosa). Y el otrora más prometedor de los tres, es el que se alzó como campeón indiscutible en la recién entrega de los Oscares, arrasando gracias a la exotista fantasía miserabilista Slumdog Millionaire.

Si México puede cinexplotar el tema de los niños de la calle, manchando a los actores de De la calle (Gerardo Tort, 2001) con tizne, ¿Por qué el Reino Unido no puede regresar a una de sus ex colonias y sumergir en mierda a uno de los tantos no-actores infantes que pululan en las barriadas lumpen de Mumbai? Así es que con la ayudadita de la misma bolsa de trucos ya anacrónica (close-up extremo, encuadres chuecotes dizque audaces, musiquita tecno posmo ahora de sabores exóticos, edición ultrafragmentada; trucos que por cierto no vuelven a la película energética sino cansina), se va a armar un filme de una cursilería y blandenguería sentimental admirable, sumergido en excremento, para solaz y entretenimiento de los espectadores occidentales, en especial para aquellos que padecen de white guilt y se laven algo de ella .

Diseñada fría y calculadoramente para presionar todos los botones correctos del público adecuado en el lugar y tiempo adecuados (8 oscares y 110 millones de dólares y contando no pueden estar equivocados ¿o sí?), no se puede negar la vocación manipuladora de la película. No importa todas las miserias por las que Jamal (Dev Patel) ha tenido que pasar, no importa toda la mierda recibida, no señor. Todo está cuidadosamente escrito en el destino (bonita manera de justificar lo implausible rebosante y el abuso inclemente de coincidencias en el filme) para que pueda contestar cada una de las preguntas que lo volverán millonario para alegría de los espectadores del show y de la película misma, para que finalmente pueda encontrar a su amada Lathika por la que suelta sin ton ni son una sarta de frases sobadísimas "como sacadas de una novela de Paulo Coelho" según Guido Castillo (nada más faltó el “amar es nunca tener que pedir perdón”).

Apelar a Dickens para la defensa de la película no es justo. Ni para Dickens ni para la película. Particularmente porque Jamal y Lathika nunca surgen ante nuestros ojos como seres de carne y hueso, sino como meras abstracciones o conceptualizaciones, vasos en los que se vierten las fantasías exotistas de los creadores. Donde en Dickens hay auténticos seres humanos en las figuras de The Artful Dodger o Mr. Scrooge, acá sólo hay una especie de monigotes. De tal manera que desprovisto del humanismo de Dickens, el prefabricado “destino” que se inventan jamás puede tener auténticas resonancias metafísicas y espirituales. Es sólo un recurso barato para justificar todas las elecciones narrativas, que piden nunca ser cuestionadas.

Al final, es claro el mensaje, con todos los habitantes de la barriada arremolinados alrededor de los aparatos de televisión como si se tratara del clímax de una película de Michael Bay: no importa la educación (porque leer una obra como Los tres mosqueteros de Dumas no es útil ¡sino para saber a las respuestas de un show de TV!), no importa que el Tercer Mundo no pueda siquiera alcanzar el nivel de subsistencia: mientras tengan Amor ¿qué más pueden pedir?

Por su insensibilidad cultural, por su prefabricado pero certero “optimismo”, por su sentimentalismo hipercalculado como sacado de cualquier manual de guiones, por su franca posmodernidad anacrónica, por ese folklore ultracool de la pobreza extrema, por su "neorrealismo mágico de postal turística" (José Abril), Slumdog Millionaire de Danny Boyle, sin problemas entra al Club de la Infamia de quien esto escribe. Su éxito a lo largo y ancho es motivo muy personal de preocupación. Que nos cojan confesados.

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Slumdog Millionaire 5

martes, abril 06, 2010

Fan de la mirada virgen

Hubo un tiempo en que era mi costumbre el ver mis estrenos favoritos en una sala de cine varias veces. Creo que Chicago (Rob Marshall, 2002) la ví un número aproximado de 8 veces en el cine. The Magdalene Sisters (Peter Mullan, 2003) la he de haber visto como 5 veces. Exterminio (Danny Boyle, 2002) como 4.

Ahora ya no. Soy fan de la mirada virgen, ésa en que todas y cada una de las imágenes de una película pasan por mis ojos por vez primera. No es que haya perdido la capacidad de asombro. Es que me he vuelto tan adicto a ella, que ya no me interesa volver a revisar mis cintas favoritas una segunda o tercera vez.

A lo mejor tiene razón Alex Murillo: "la primera vez es hipnosis, la segunda es análisis". No sé si en los años venideros mi comportamiento vuelva a cambiar y a lo mejor estoy perdiendo más de lo que gano. Pero de entrada, seguiré buscando y deleitándome en la mirada virgen.

La película de abril