jueves, septiembre 16, 2010

Cumbia callera (2007)

El director y el elenco de Cumbia callera

Los regios cholos

Es simplemente una cuestión de expresividad. Un plano de Cumbia callera vale más que todo Arráncamela, vida (Sneider, 08). Una mueca pos-neorrealista del no-actor Andul Zambrano interpretando a El Güipirí vale más que toda la actuación de Giménez Cacho. Una sonrisa de la morenaza de fuego Fernanda García vale más que casi todo el elenco femenino de relleno en la adaptación de la novela de la Mastreta. Las dos desenfadadas cogidas que consuman el triángulo amoroso de esta historia están más sexualmente cargadas que la pasión adulterada de Catalina por su pianista babas.

La tardía aunque por completo apasionante ópera prima deRené U. Villarreal, Cumbia callera (México, 2007), es un musical en que los protagonistas no cantan ¡ni dialogan! en donde sus canciones nunca interrumpen el flujo narrativo, un milagro anómalo de poderosa expresividad, una sensual explosión multicolor que retrata inmejorablemente una zona y una cultura local desconocida para casi todo el país, el "gran filme sobre cultura juvenil" que ya nos hacía falta aunque sea tan regionalista, un romance volcado sobre un triángulo amoroso nunca sórdido, ni tremendista pero sí permisivo y hasta gozosamente libertino, una obra maestra del extinto cine popular para hacer correr despavoridos a los esnobs más aguerridos aunque ya haya triunfado con contundencia en los festivales de Moscú, Santa Cruz y San Juan de la Luz.

Cumbia callera o la copla rediviva. Curiosamente como musical no tiene sus raíces en la opereta europea, como la mayor parte del cine musical hollywoodense y el teatro de Broadway, sino en la tradición del corrido y la copla mexicana; las canciones nunca son entonadas por los protagonistas aunque son una exposición exacta de sus motivaciones y sus sentimientos, un comentario sobre la trama nunca al margen, puesto que la falta de diálogos se compensa por las estupendas canciones que son monólogos internos.

Cumbia callera o la pasión febril. Este triángulo amoroso formado por La Cori (Fernanda García), El Güipirí (Andul Zambrano) y El Neto (Mario Cantú, el cieguito de Así) parte de las pulsiones más elementales y nunca se torna sensacionalista ni cretino, más se respira dentro de él una excelente observación de las formas en que la juventud mexicana modelo siglo XXI se relaciona entre sí. Una película que no le tiene miedo alguno a la embriaguez por placer sexual ni a sus consecuencias no siempre alegres, a años luz de una basura tan apanicada de la sensualidad como Pamela por amor (Rodolfo Galindo, 08)

Cumbia callera o la frescura vital. He aquí una brillante película de jóvenes para jóvenes sobre jóvenes, insólitamente dirigida por un cincuentón, que es baile fresco y renovante que es alegría pura que es fascinación por la simple sensación de vivir y encontrar o perder el amor o volverlo a encontrar por partida doble.
>>>>>>>>>>>>

Cumbia callera 8

miércoles, septiembre 01, 2010

Surveillance (2008)


El psicothriller reptante

En Vigilancia extrema (Surveillance, EUA-Canadá, 2008), segundo filme de Jennifer Lynch, los agentes del FBI Elizabeth Anderson (Julia Ormond mutante) y Sam Hallaway (Bill Pullman bestialmente sobreactuado) se dedican arduamente a investigar un incidente perpetrado en la carretera por una banda de asesinos seriales, en donde sobrevivieron el repulsivo policía abusivo Jack Bennet (Kent Harper), la drogadicta Bobbi Prescott (Pell James) y la niñita poco impresionable Stephanie (Ryan Simpkins hermética sensacional), hasta dar con la verdad no importando las consecuencias.

El psicothriller reptante recurre a segmentos en los que la realidad subjetiva (lo que está contando el testigo) y la realidad objetiva se escinden, aunque sin utilizar los mecanismos surrealistas de David Lynch; segmentos perfectamente ordenados y embonados, desprovistos de truculencia para mejor llamar a los fantasmas de la desquiciada violencia homicida, irracional a rabiar

El psicothriller reptante perturba de manera ejemplar con su ritmo deliberadamente moroso, en que la superficie parece estar mucho más trastornada que lo que se esconde en el fondo, lográndolo con saña y alevosía a través de la suma de hechos y detalles cada vez más macabros: fragmentada secuencia de créditos con explícito asesinato gore, horrendas máscaras de los psicópatas en big close-up remitentes por supuesto a la fundacional obra maestra Masacre en cadena (Hooper, 74), abundancia de espacios desérticos y carreteras malditas según el Desperation de Stephen King para hacer explícito el horror existencial, galería de personajes grotescos y vomitivos cada vez más desquiciados, sorprendentes virajes de la ficción, violación necrófila a ritmo de pop, etcétera.

Y el psicothriller reptante invoca una vez más el tema de los Amantes Malditos que iniciara en Bonnie y Clyde (Penn, 67), como una gran provocación erotanática, quizás la única provocación posible para una época en que todos los tabúes ya se han roto, trabajada como una fábula amoral fuera de control que también es un perverso y eminentemente grimmeano “cuento sobre las brujas”, en palabras de la misma Jennifer Lynch.

>>>>>>>>>>

Surveillance 8