miércoles, agosto 11, 2010

Un profeta (2009)


EXCLUSIONES

Como todo el cine de Jacques Audiard, Un profeta (Un prohète, Francia, 2009) es una cinta dispersa y cerebral. Sin embargo, esta vez es evidente la incompatibilidad entre su vocación eminentemente realista y sus numerosas pretensiones de ser un objeto fílmico ‘cool’

Audiard, autor de dos grandes thrillers del cine galo contemporáneo, siempre se ha distinguido por realizar cine parco y cerebral, al que no le da miedo internarse en juegos genéricos y referenciales y textuales. Es digna de subrayarse su obsesión por los grandes autores hollywoodenses de los 70s, principalmente por el impetuoso joven Scorsese, obsesión que llevaría hasta sus últimas consecuencias en su remake de Fingers (James Toback, 1978), El latido de mi corazón.

Un profeta ansía transitar por los mismos caminos, pero no lo logra, porque su vena realista y sus aspiraciones tan obvias de conseguir lo ‘cool’ (anti-héroe guapo, fornido y carismático de minoría racial cual modelo Armani, banda sonora con toques orquestales y roqueros por igual, sobria cámara en mano, entre muchas otras) nunca se empatan. Ya no se diga su pretensión de erigir nuevas mitologías fílmicas. En el fondo, vale decirlo, el naturalismo y la búsqueda de lo 'cool' son incompatibles. Lo ‘cool’ exige distanciamiento del objeto fílmico, algo que nos recuerde constantemente que lo que estamos viendo es una película. Es entonces cuando el relato puede ser codificado al interior de los géneros fílmicos y se abre la posibilidad de los juegos textuales y referenciales. ¿Cómo lograr ese distanciamiento necesario con tan naturalista puesta en escena?

Peor aún, ¿cómo no aburrirse y salir cansado de una película de 155 minutos a la que le faltó estructura y que queda como mera cine-ilustración de un argumento competente? ¿Cómo?

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Un prophète 7

lunes, agosto 09, 2010

Lake Tahoe (2008)


El bucle estático

En Lake Tahoe (México, 2008), inflado segundo largometraje de Fernando Eimbcke, todo ocurre en un bucle estático, en una “repetición sin variación”, en una “inmovilidad en perpetuo flujo sin reflujo”, cargada de signos de “atascamiento y sofocación” por doquier. Un solo recurso expresivo – y solamente uno – será usado conscientemente dentro del filme, incapaz por supuesto de sostener los 82 minutos que se vuelven absolutamente inaguantables, soporíferos, eternos.

Dicho recurso es el plano fijo inmóvil. Plano fijo-director de una sola nota (lo mismo le pasó a Julián Hernández en El cielo abusivo aunque con otro recurso), plano fijo-abuso hasta la tortura porque no se saben de otra, plano fijo-mala asimilación de las influencias telegrafiadas a todo momento porque qué chido es ser referencial y esas ondas locochonas. Todo bajo una lógica de homenaje (¿saqueo?) tropicalizado a Ozu y Jarmusch. Los planos fijos fragmentan los cuerpos de los actores a lo Ozu ¿y qué? Se sobreutilizan los cortes a negro a lo Jarmusch sin hacer uso de la elipsis ¿y qué? Hay un humor dizque seco y absurdo a lo Wes Anderson ¿y qué?

Cuando la cinta sale de ese marasmo nada hipnótico ni fascinante, se entrega a las pésimas no-actuaciones de no-actores, tan lamentables e histéricas y de pena ajena como de cualquier culebrón (hasta por ahí se echan un “Puta madre”, bien impostado, como nos gustan) y en algunos momentos profiriendo frases dizque profunditas hasta que, lógico, la cinta remata con la explicación ¡del título de sí misma! y tan tan. El enésimo retrato del Tedio, la Obviedad y el Hastío de un Adolescente (así, todo con mayúsculas) por fortuna y para regocijo de los espectadores que roncaban a sus anchas en la sala, ha finalizado.

Lake Tahoe es vanguardia pura…pero de hace 30 años.

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Lake Tahoe 6

lunes, agosto 02, 2010

Bolt (2008)


Siguiendo la nueva tendencia de los estudios Disney de fabricar fantasías infantiles (que no pueriles) para adultos, después de su power combo-pack del 2007 integrado por Meet the Robinsons y Encantada, Bolt constituye al mismo tiempo una fina parodia del action film hollywoodense de principios de este siglo y una comedia autoconsciente que hace del guiño irónico impetuoso su mejor arma. La mayoría de los adultos entenderán y reirán a gusto con los chistes de la película, mientras que los pequeños solamente pasarán un buen rato. Al igual que los otros dos filmes aquí mencionados.

Lo que llama la atención de esta parodia que hace del action film, es cuánto se aleja de la línea dominante del género en el Hollywood de principios de siglo. Dicho canon indica que mientras más rápido sea el corte en la edición, supuestamente más vertiginosa será la acción retratada. La serie Bourne maniáticamente abusó del recurso hasta llegar a un corte cada .5 segundos pero la nueva película de James Bond, Quantum of Solace, se voló la barda al llegar a un corte cada .33 segundos en las secuencias más “intensas”. Este tic lo único que provoca es volver a las acciones (que en sí mismas pueden llegar a ser vertiginosos sin necesidad de esos cortes maniáticos) confusas hasta lo ilegible.

Otra maña que dicta el canon del action film de principios de siglo, es la de que no sólo los personajes y los objetos se tienen que agarrar a guamazos dentro de un plano sino también la cámara lo tiene que hacer. De ahí la necesidad de agitar la cámara a todo momento, venga o no al caso.

De tal manera que alejándose de tales tendencias, los planos de las magníficas escenas de acción en Bolt son largos y la cámara permanece fija (aunque no inmóvil) la mayor parte del tiempo, revalorando el poder expresivo que tiene el track lateral o frontal para que las acciones tengan intensidad por sí mismas. Se retratan las mismas acciones que se verían en cualquier blockbuster firmado por Michael Bay o compañía, pero desde la distancia que suponen los planos largos y el movimiento mesurado y fluido de la cámara, lo que curiosamente sublima el vértigo y la intensidad de dichas acciones.

El escenario de la vida detrás de un show de televisión dentro de una película también permite crear un tipo de relato que se despliega inmejorablemente sólo en el cine. El relato autoconsciente, un tipo de ficción que piensa sobre sí mismo a cada momento. De ahí que la avalancha de guiños irónicos y referenciales haga reflexionar cómicamente a la película sobre las convenciones del género del action film. La idealización del héroe Bolt se va desmontando a medida que cada uno de los clichés y estereotipos del género al que pertenece el show de televisión van cayendo, enfrentados a la “vida auténtica”, al interior de un diseño animado de producción tan realista, que espanta.

Tiene razón José Celso en su magnífica reseña sobre la película. La pregunta práctica que permea la moraleja de Bolt no es poca cosa: “¿Es mejor una vida agradable o una vida auténtica, aunque duela?” que se une con la siguiente verdad emocional, también de Celso. “no somos especiales por cuanto nos quieren los demás, somos especiales por cuanto estamos nosotros dispuestos a querer”.

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BOLT 8